Instituto Mexiquense para la Discapacidad

Secretaría de Salud

Personas con discapacidad post COVID-19

¿Podremos en algún momento de nuestras vidas considerar en lo colectivo e individual que lograremos regresar a la normalidad? O ¿formaremos parte de una nueva normalidad?

A poco más de un año de que se presentara el primer caso en Wuhan China, de un paciente portador aparentemente de una enfermedad viral no conocida, al parecer relacionada con los hábitos y costumbres de aquellas lejanas tierras, particularmente con el consumo de extrañas especies animales y detonada en una época del año en la que la movilidad de enormes segmentos de la población se desplazan con motivo del Nuevo Año Chino. En aquel entonces, las noticias parecían lejanas muy ajenas a nuestra realidad, seguramente se trataba de información seleccionada, previamente filtrada por un régimen cerrado, controlador. A pesar de ello, la información no cesaba aquello que observábamos con ciudades fantasma, sin movimiento en donde se veía ocasionalmente a personas caer fulminadas, desvanecidas, “levantadas por grupos especiales o brigadas preparadas con equipos de protección personal vistos antes de esa manera únicamente en simulacros, se convirtió rápidamente en noticia generalizada.


El mundo, nuestro territorio occidental confió en la gran distancia que nos separa de aquellas latitudes, también en el control que las autoridades y el pueblo asiático establecieron para controlar su Epidemia, no había de que preocuparse, tuvieron la capacidad para construir enormes unidades hospitalarias de mil camas en tan solo diez días, en Houshenshen y en seis en Leisheshan en Wuhan noticias muy positivas que denotaban un control local de la Epidemia. Confiamos que el cambio estacional con la llegada de la primavera seguramente limitaría al entonces ya famoso SARS-CoV-2 y a la nueva enfermedad conocida como COVID-19.

Sin embargo, pese a todo lo anterior nuestro mundo globalizado pronto fue involucrado, participe activo con datos muy alarmantes con saturación de hospitales en Europa, en donde no pocos pacientes fallecieron por no tener la posibilidad de ser hospitalizados. Las naciones más poderosas y con mejores sistemas de salud también se involucraron y fueron rebasadas, la situación se tornó para nuestro continente alarmante e inverosímil cuando en Nueva York las cifras de contagios y muertes superaron cualquier antecedente.

Al día de hoy los registros oficiales superan los ciento veintidós millones de contagios, con más de dos millones setecientos mil defunciones, en nuestro país se registran más de dos millones ciento ochenta mil casos con muy lamentables y nunca imaginadas ciento noventa y nueve mil defunciones (muertes oficiales), ocupando en este apartado el tercer lugar a nivel mundial, solo detrás de los registros de los Estados Unidos de Norte América y de Brasil, dejando claro que el continente americano ha sido uno de los que viven el mayor impacto.

Dicho impacto, la emergencia sanitaria muy pronto se convirtió en emergencia financiera, social, educativa, familiar, de derechos humanos.


Hemos vivido con miedo a enfermar, el luto ha penetrado a nuestro entorno, incluso al más íntimo, hemos tenido que cambiar hábitos de vida, nos confinamos, aparecieron nuevas formas de comunicación para estudiar, para trabajar, nuestra convivencia familiar se alteró, nuestras emociones se saturaron de incertidumbre, estrés, apareció la violencia e incluso el riesgo de abuso sexual, así como los excesos en la alimentación y en las adicciones por citar algunos de los principales. Entonces si esto nos está sucediendo a todos, reflexionemos acerca de el gran impacto que esto ha traído para las Personas con Discapacidad victimas en general de rezagos y exclusión en muchos niveles.

Tratemos de imaginar lo que representa para las personas con discapacidad, el desconcierto ante todos estos cambios, el no saber a qué se deben; y aunado a ello, la falta de información en formatos accesibles, en el día a día por no existir medios de comunicación totalmente incluyentes, la enorme brecha en materia de educación básica, media y profesional pues el nuevo modelo educativo por supuesto tampoco es incluyente, imaginemos el riesgo incrementado a enfermar para algunos tipos de discapacidad en donde los sistemas inmunológicos y respiratorios están comprometidos y por ende más susceptibles a enfermar por COVID-19, y otras enfermedades o bien por desconocer o no poder aplicar las medidas de higiene o distanciamiento social en aquellos que se vieron obligados a salir de sus hogares, el incremento a adquirir otras enfermedades por interrumpir tratamientos que demandaban constancia y seguimiento médico, de rehabilitación o habilitación, incluso por falta de medicamentos. El maltrato, violencia, abandono y dificultad para acceder a los hospitales se manifestó en no pocas ocasiones, el traslado difícil por sí mismo resultaba más complicado para desplazar a alguien totalmente dependiente, en algunos sitios seguramente la decisión de brindar una cama de hospitalización o de terapia intensiva fue sometida a un improvisado Triage, que definitivamente violo los derechos Humanos y el "Derecho a la Salud que en todo el mundo se consagra". Se ha dudado de la veracidad de las estadísticas sobre la evolución de la enfermedad, nos preguntaríamos ¿existe información específica de Personas con Discapacidad involucradas en la pandemia?

Si bien esta nota no pretende ser especifica en todo aquello que trajo consigo este pequeñísimo virus para la humanidad; si resulta importante tratar de puntualizar cuales serían los escenarios que enfrentaremos todos, pero particularmente dentro de los considerados vulnerables, las personas con discapacidad.

El regreso a la normalidad es en mi concepto un término parcial, corto en sí mismo, tal vez académico buscando definirse, porque si lo entendemos e interpretamos en términos de salud con menor número de pacientes positivos a la enfermedad, disminución en el número de muertes o disponibilidad de camas de hospital o bajo el concepto de movilidad entendido como: regresar a laborar a nuestras oficinas, a educarnos de nuevo en aulas, incrementar la socialización, abandonando la sana distancia, sin límites de aforo u horarios, para poder acudir a grandes eventos deportivos, a parques recreativos, cines, teatros, iglesias, sin cubrebocas ni mascaras o gafas protectoras, viajar sin restricción alguna, entonces habremos alcanzado la normalidad.


Las autoridades en México establecieron como medida del estado de la pandemia y su evolución, para informar a la población acerca del grado de limitación de la movilidad y restricciones derivadas de varios indicadores siendo los principales la disponibilidad de espacios para la atención de pacientes que requirieran hospitalización e incluso terapia intensiva y equipos de ventilación, a esto se denominó semaforización, marcando en color verde el estado ideal de control de la situación el cual nos permitiría regresar a la normalidad.

La verdadera búsqueda de la normalidad estará sin duda relacionada con la coexistencia con el virus al que nos referimos, es decir permanecerá con nosotros, así como el histórico colectivo he individual vivido, tendremos que analizar a fondo todo lo sucedido, nuestros aciertos, nuestras fallas, las omisiones. Tendremos que conocer el resultado de la hoy tan anhelada inmunidad pasiva o adquirida, el grado de protección conferido, la utilidad futura con las mutaciones que seguramente aparecerán, sabremos si existen complicaciones tras recibir una u otra vacuna, si hay efectos adversos serios registrados. El regreso a la normalidad buscara recuperar la confianza, transmitirla a nuestros padres, a los hijos, informar y explicar a las personas con discapacidad que sucedió y como vamos a continuar, tendremos que sanar heridas internas, mantener vivos los recuerdos y el aprendizaje alcanzado muy a la mano, tendremos que ser más solidarios, incluyentes, más humanos.

Lo que hemos enfrentado en este poco más de un año ha sido para muchos países un verdadero Desastre pues en su esencia este fue un evento inesperado, natural o provocado por el hombre para el cual no estábamos preparados y en muchos casos supero la capacidad de respuesta no tan solo de los sistemas de salud sino de todo el Estado en su conjunto. Por tanto, para adaptarnos o enfrentar la “nueva normalidad” tendremos en base a la experiencia que anticiparnos para hacer frente a situaciones similares, tendremos que recuperar el tiempo perdido, el cual incluyo prácticamente a todas las personas, grupos y actividades humanas, pero sobre todo afectó a la personas o grupos vulnerables y entre ellos con mayor impacto negativo a las personas con discapacidad.


No se puede definir una fecha probable para alcanzar la meta, resulta un ejercicio de probabilidades arriesgado e incierto, lo que si podemos tener claro es que: estamos a tiempo para tomar medidas en muchos campos o materias, pero sobre todo tenemos que voltear y atender las necesidades inmediatas impostergables de las Personas con Discapacidad, podemos y debemos aún, ubicarlas dentro de las prioridades de Vacunación específica para COVID-19, a todos los que lo soliciten, no únicamente a los registrados recientemente por INEGI, incluir a sus familiares o cuidadores, a todos los que se encuentran reunidos o viven entre semejantes, independientemente de su edad y sitio de residencia (oportunidad por cierto para actualizar, ratificar o modificar el último censo de discapacidad, para conocer cuántos de ellos fueron infectados y superaron la situación etc.)

Tenemos que modificar la forma de comunicación especialmente en la transmisión de mensajes para que estos sean verdaderamente accesibles, tenemos que apoyarnos en nuevos dispositivos y aplicaciones móviles que nos permitan comunicarnos bidireccionalmente para conocer sus puntos de vista, sus necesidades, tienen que participar, ser escuchados, tienen que estar representados para la construcción de políticas de salud o de cualquier otra materia de lo que conforme o defina la Nueva Normalidad tras el COVID-19.

Para culminar el presente ejercicio quiero agradecer el interés en el tema e invitarles a continuar trazándonos metas concretas y claras como lo establece la Agenda 2030, el Plan de Desarrollo del Estado de México, creando así una sociedad solidaria, empática, pero sobre todo un Estado de México Incluyente con el objetivo de NO DEJAR A NADIE ATRÁS, NO DEJAR A NADIE AFUERA.

Dr. Angel Salinas Arnaut